1883-1931. Ensayista, novelista y poeta libanés.
Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.
No busques al amigo para matar las horas, sino búscale con horas para vivir.
Para entender el corazón y la mente de una persona, no te fijes en lo que ha hecho no te fijes en lo que ha logrado sino en lo que aspira a hacer.
Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros.
El silencio del envidioso está lleno de ruidos.
La más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la llamada más dulce: madre mía.
Si no puedes trabajar con amor sino sólo con desgana, mejor será que abandones el trabajo y te sientes a la puerta del templo a recibir limosna de los que trabajan con alegría.
Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños.
¿Dónde puedo encontrar un hombre gobernado por la razón y no por los hábitos y los deseos?
Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.
En el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su mañana y toma su frescura.
Bueno es dar cuando nos piden; pero mejor es dar sin que nos pidan, como buenos entendedores.
Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar.
Vuestros hijos no son vuestros hijos: son los hijos y las hijas de las ansias de vida que siente la misma vida.
No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche.
Conocí un segundo nacimiento, cuando mi alma y mi cuerpo se amaron y se casaron.
No progresas mejorando lo que ya esta hecho, sino esforzándote por lograr lo que aun queda por hacer.
Y en mi locura encontré la libertad y la seguridad que da el que no le entiendan a uno, pues quienes nos comprenden esclavizan algo de nosotros.
El ruiseñor se niega anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría.
Vuestra alegría es vuestra tristeza sin máscara.
Algunos oyen con las orejas, algunos con el estómago, algunos con el bolsillo y algunos no oyen en absoluto.
Trabajar con amor es construir una casa con cariño, como si vuestro ser amado fuera a habitar en esa casa.
Amar a la vida a través del trabajo, es intimar con el más recóndito secreto de la vida.
Aquel que no usa su moralidad sino como si fuera su mejor ropaje, estaría mejor desnudo.
El amor no da ni toma nada, excepto de sí mismo.
Dios no escucha vuestras palabras, salvo cuando él mismo las profiere a través de vuestros labios.
Es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os consideráis donantes, no sois más que testigos.
Los dones que provienen de la justicia son superiores a los que se originan en la caridad.
Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.
En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.
No busques al amigo para matar las horas, sino búscale con horas para vivir.
Para entender el corazón y la mente de una persona, no te fijes en lo que ha hecho no te fijes en lo que ha logrado sino en lo que aspira a hacer.
Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros.
El silencio del envidioso está lleno de ruidos.
La más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la llamada más dulce: madre mía.
Si no puedes trabajar con amor sino sólo con desgana, mejor será que abandones el trabajo y te sientes a la puerta del templo a recibir limosna de los que trabajan con alegría.
Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños.
¿Dónde puedo encontrar un hombre gobernado por la razón y no por los hábitos y los deseos?
Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.
En el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su mañana y toma su frescura.
Bueno es dar cuando nos piden; pero mejor es dar sin que nos pidan, como buenos entendedores.
Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar.
Vuestros hijos no son vuestros hijos: son los hijos y las hijas de las ansias de vida que siente la misma vida.
No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche.
Conocí un segundo nacimiento, cuando mi alma y mi cuerpo se amaron y se casaron.
No progresas mejorando lo que ya esta hecho, sino esforzándote por lograr lo que aun queda por hacer.
Y en mi locura encontré la libertad y la seguridad que da el que no le entiendan a uno, pues quienes nos comprenden esclavizan algo de nosotros.
El ruiseñor se niega anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría.
Vuestra alegría es vuestra tristeza sin máscara.
Algunos oyen con las orejas, algunos con el estómago, algunos con el bolsillo y algunos no oyen en absoluto.
Trabajar con amor es construir una casa con cariño, como si vuestro ser amado fuera a habitar en esa casa.
Amar a la vida a través del trabajo, es intimar con el más recóndito secreto de la vida.
Aquel que no usa su moralidad sino como si fuera su mejor ropaje, estaría mejor desnudo.
El amor no da ni toma nada, excepto de sí mismo.
Dios no escucha vuestras palabras, salvo cuando él mismo las profiere a través de vuestros labios.
Es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os consideráis donantes, no sois más que testigos.
Los dones que provienen de la justicia son superiores a los que se originan en la caridad.
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