Equinoccio de Otoño, tiempo de preparación.

¿Qué debemos hacer -física, emocional, mental y espiritualmente- durante los tres meses de otoño, para prepararnos para el invierno?

El equinoccio está relacionado con el movimiento del Sol, y es el momento que el astro rey pasa de un hemisferio al otro, cruzando la línea del Ecuador. Fácilmente, podemos percibir que, como está terminando el verano en el hemisferio Sur, sabemos que el Sol cruzará la línea del Ecuador hacia hemisferio Norte.


Esta situación particular da origen a una de las 4 estaciones del año. Los Equinoccios para el hemisferio Sur es el Otoño, y para el hemisferio Norte es la Primavera. El equinoccio es un periodo del año donde se da una cierta igualdad en las horas del día y de la noche.

Los equinoccios, dentro de las experiencias de vida de los seres humanos, posibilitan la preparación para los solsticios otros dos momentos del año que también está asociados al movimiento del Sol.

Los solsticios dan origen a las estaciones del año del Invierno y Verano, que tienen como característica mayor diferencia entre las horas del día y de la noche -en el invierno tenemos más horas noche, en el verano más horas día.

Como dijimos anteriormente, los “equinoccios preparan los solsticios”, podemos decir que el Otoño está relacionado con el Invierno. Pensemos en conjunto: verano, sol, brillo, luz que nos invita a estar en el mundo externo, hacia fuera.

Cuando termina el verano, obviamente va venir Invierno, lo que deberá llevarnos al movimiento hacia adentro. El Otoño es el inicio de movimiento externo que se retrae para cambiar la dirección externa hacia a la interna.

Lo que debemos hacer durante los próximos tres meses -física, emocional, mental y espiritualmente- es prepararnos para el invierno.

Cualquier persona mayor te respondería a la pregunta: ¿Qué se hace en otoño? Se teje, se aprender a bordar, a preparar las conservas, se hace cosas para recibir el invierno.

Es una estación del año que tiene características de mundo interior, de estar hacia adentro, buen momento para estar preparando los libros que podemos leer en estos momentos, de tareas “del hogar” que queremos ejecutar como limpiar el sótano, las cosas que están guardadas hacen mucho, los armarios, etc.

Como vivimos un mundo moderno -siempre es moderno en el hoy- que es obsesivamente activo, donde predomina las acciones hacia fuera, toda esta propuesta puede ser interpretada -psicológicamente- como un momento desagradable, surgen resistencias y con ellas el desgano, la falta de motivación, la apatía.

Para captar fácilmente este concepto tomemos como ejemplo el chico que es llevado por su madre a jugar en la plaza, a nadar en el lago del parque, estar horas al aire libre.

Un determinado momento esta gran actividad terminará y esta madre querrá y llevará el chico a su casa a descansar. La primera reacción del chico es de discordancia total, de bronca, de máxima resistencia, y termina retornando a casa enojado, llorando e triste.

El otoño para algunas personas trae una cierta desacomodación, que viene del no querer salir de la plaza, del no querer retornar a casa y descansar, de manifestar la máxima resistencia a la entrada en el mundo interno.

Son los vicios del mundo moderno, del mundo excesivamente activo, que está siempre hacia fuera, pero que tiene como consecuencias, por ejemplo, el estrés, y otros desequilibrios.

Es muy importante la educación de lo activo y de lo pasivo, mejor hablando, del movimiento hacia fuera y del movimiento hacia adentro. Es importante que las madres enseñen a los chicos que existe determinado momento que se va afuera, que se juega, que se corre y, determinado momento del día que se entra en casa, que se aquieta las acciones y se descansa.

El chico que vuelve del parque, toma baño, empieza a aquietar sus acciones en el agua, ablanda la corriente sanguínea de los músculos, se afloja; después, puede jugar dibujando, vendo una película o haciendo alguna manualidad. Ahora la actividad tiende a ser interna y no hay acción del cuerpo que se prepara para el descanso.

Si desde chicos tenemos estas referencias, será más fácil ir observando, administrando constantemente nuestros movimientos externos e internos.

Esta es la calidad de los equinoccios: aprender a administrar lo interno y lo externo. Cuanto más nos educamos para los dos movimientos, tendremos mejor salud física, emocional, mental y espiritual.

La enfermedad es sinónimo de desequilibrio y el primer gran desequilibrio, en las experiencias cotidianas de vida de hoy, es la relación entre interno y externo.

También debemos achicar la manifestación psicológica, aceptando que siempre después de lo externo existe un interno, y eso no tiene que presentarse en las experiencias como desgano o apatía.

Lo interno también puede ser muy activo y la gran diferencia es que se hace dentro -dentro de casa o de la oficina- y no fuera.

Son muchas las actividades que se pueden hacer en estos momentos. Siempre me llama la atención determinados de las personas, como por ejemplo, de películas que las emociona, que les encanta pero que todo queda en el cine.

Tengo una prima que le encantó la película de Susan Sarandon y Julia Roberts, en que la primera está enferma, tiene una enfermedad terminal y hace a cada uno sus hijos un trabajo manual: para el chico la capa del mago, con todos los elementos y brillo de la Magia; y, a la hija, adolescente, hace un cubrecama con las fotos de nacimiento, de la infancia, con fotos que representan la historia de su vida.

Estos son los trabajos de Otoño/Invierno, pero no sirve que vayamos al cine, que nos quedemos encantados con aquello que se hice en la película y después volvemos a nuestras casas y seguimos con nuestros vicios de actividad externa y poca creatividad para la actividad interna.

El Otoño pide creatividad interna que será complementada por la sensibilidad del mundo de adentro. Estas dos cosas juntas traen gran potencia energética, que se acumula durante todo el invierno para que podamos dentro de seis meses volver a hacer el giro de dirección e ir hacia a la Primavera/Verano, a lo máximo de externo.

Por Sandra Lía Bonsaver

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